Humidor Heaven de La Habana
Vea una galería de fotos de la fábrica y el trabajo de Aguilera.
Se yerguen como centinelas, media docena más o menos se alinearon frente al escenario en las cenas de gala anuales del Festival del Habano, enormes himnos de madera a las marcas de cigarros más famosas de Cuba y las fábricas donde se fabrican. Cada uno espera ser subastado por cientos de miles de dólares. Cada uno es también el trabajo de maestros artesanos, que trabajan duro en los barrios de La Habana y otras ciudades cubanas, compitiendo por el honor de construir estas obras maestras talladas.
Uno de los más conocidos es Humidores Habana. Escondido en una calle de la capital de Cuba lejos de los lujosos hoteles turísticos del Malecón, cualquier forastero que desee encontrarlo debe detenerse tres o cuatro veces y preguntar por direcciones. José Ernesto Aguilera inició la operación en 1994 y supervisa la fábrica. Es un carpintero sencillo y orgulloso deseoso de mostrar sus productos. Describir la fábrica principal y el almacén como decrépitos sería quedarse corto, pero incluso ese viejo edificio con techo de metal es una actualización de donde comenzó hace 22 años, un laberinto de techos bajos de habitaciones diminutas en un sótano con letreros que advierten que hay que agacharse. cabeza. Para identificar su maquinaria se necesitaría un historiador; la mayoría de los taladros y tornos, con antiguas marcas estadounidenses como Craftsman y DeWalt, se remontan a la época prerrevolucionaria.
"Estoy muy orgulloso", dice Aguilera, un artesano serio y con los ojos muy abiertos. “Estos humidores son la esencia de Cuba. Nos falta mucho material y equipo técnico, pero estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho”. Agrega que parte de su orgullo proviene de saber que su trabajo ha ayudado a recaudar más de $3 millones a lo largo de los años para el sistema de salud cubano.
Aguilera lanzó su negocio como una operación metalúrgica a principios de los años 90, siguiendo su sueño original de ganar lo suficiente para iniciar una fábrica de joyería. Pero a principios de 1998, descubrió la necesidad de humidores y comenzó a trabajar con madera. Habanos SA, el monopolio de los cigarros cubanos, le encargó la construcción de humidores para el Festival del Habano en 2005, uno para la marca de Alejandro Robaina y otro para Punch. Estos, como todos los humidores subastados en el Festival del Habano, no son modelos de sobremesa. Cada uno mide varios pies de alto y varios pies de ancho, y puede contener cientos de puros. El humidor Punch recibió el visto bueno como el mejor humidor del festival de ese año, según Aguilera.
"De un día para otro, nuestra vida cambió", dice Aguilera.
Hoy, tiene 30 empleados hacinados en el viejo sótano y el almacén más nuevo, trabajando en cinco contratos simultáneamente para clientes en Europa. Ha elaborado humidores para la celebración 135 de JJ Fox en Dublín, para el 50 aniversario de Intertabak en Europa y otro humidor para la distribuidora de puros cubanos en Bélgica, Luxemburgo y Holanda.
“Durante los últimos tres años, hemos sido el mayor exportador de trabajos artesanales de Cuba”, dice Aguilera.
También trabaja regularmente con Habanos SA fabricando humidores para el festival, y se ha ganado el privilegio de fabricar humidores Cohiba (que casi siempre reciben las mejores ofertas en el evento) al menos en tres ocasiones. Él dice que el proceso comienza con un concepto de diseño, que se envía a una asociación cultural, que luego presenta los diseños a Habanos. En una convocatoria de todas las empresas de humidores, Habanos elige los diseños que quiere. "Tenemos una diseñadora, Carilyn de la Vega, en la Escuela Nacional de Diseño, que ahora está haciendo nuestros diseños", dice Aguilera. Él dice que ella ejecuta los dibujos de conceptos del equipo de la fábrica, que lo incluye a él.
Caminando por la fábrica, hay señales de los muchos proyectos en proceso. Las piezas de madera se fabrican con sierras y tornos, y en un área, los trabajadores hacen la marquetería, las múltiples capas de madera que se cortan para crear diseños intrincados, con diferentes colores de madera en tiras delgadas. En una habitación, los olores ásperos del barniz llegan hasta el camino de entrada. Cada uno de los cajones del humidor se prueba con pesas para imitar puros, para garantizar su correcto funcionamiento. En otra sala, pilas de vigas de madera recuperada y tablones de madera cortada de muebles antiguos y otros elementos recuperados de cedro envejecido y caoba, se almacenan para su uso en proyectos futuros.
La meta de Aguilera de ser joyero es cosa del pasado y tiene una nueva en mente. "Queremos hacer los mejores humidores del mundo", dice.
Vea una galería de fotos de la fábrica y el trabajo de Aguilera.